Gaza en un Mundo sin Muros

Haidar Eid

(traducido por Loles Oliván Hijós)

Gaza en un Mundo sin Muros

Gaza después de los bombardeos, 13 de agosto de 2011. (Crédito: OhMyGaza (flickr))

Gaza en un mundo sin muros

¿Qué significa un mundo sin fronteras para un palestino que vive en la asediada Franja de Gaza? O, dicho de otro modo, ¿qué hay que hacer para eliminar todos los muros, físicos e inmateriales, que rodean la pequeña franja costera bajo un sistema de opresión de múltiples facetas? En este ensayo, trataré el tema desde un punto de vista personal y luego pasaré a abordar la cuestión más apremiante de qué se debe hacer.

Soy profesor universitario de Literatura y Estudios Culturales en la Universidad Al Aqsa (Gaza). Obtuve mi doctorado en la Universidad de Johannesburgo a la que me incorporé en 1997, tres años después de que se derrumbaran los muros que imponía el sistema de apartheid, para volver a Palestina tres años después y acabar confinado dentro de los muros de lo que se ha convertido en la mayor prisión al aire libre de la tierra. En 2006, Estados Unidos e Israel “permitieron” al pueblo palestino de Cisjordania y Gaza votar a sus representantes del Consejo Legislativo Palestino, el órgano legislativo creado en previsión de un Estado palestino cada vez más impreciso. La esperanza era que los palestinos votásemos por una fuerza política pro-estadounidense; algo que estaba fuera de lugar. Por el contrario, las elecciones de 2005 las ganó una fuerza política antiestadounidense que se oponía al inútil proceso de negociaciones instaurado con los Acuerdos de Oslo en 1993. Eso significó la imposición de un bloqueo mortal contra Gaza, donde viven dos millones de personas – dos tercios de las cuales son refugiadas – hacinadas en 360 kilómetros cuadrados, lo que la convierte en la zona más densamente poblada del planeta.

Quiero empezar esta introducción contextualizando las extremas dificultades que nosotros, los palestinos y palestinas de Gaza, sufrimos dentro de los muros que el apartheid de Israel ha levantado a nuestro alrededor con la ayuda de Estados Unidos y de Europa. El confinamiento no comenzó con el asedio actual sino con los Acuerdos de Oslo firmados en 1993. Ilustraré esta experiencia con una historia personal. En el año 2000, tras acabar mis estudios en Sudáfrica, decidí regresar para emprender una carrera docente en la Universidad Al Najah de Naplusa, en Cisjordania. Eso fue antes de que estallara la Intifada Al Aqsa, cuando había “paz”, y algunas personas podían utilizar el llamado paso seguro (controlado por Israel) entre Gaza y Cisjordania. Solicité el permiso necesario y entregué los documentos requeridos por Al Najah. Una semana después me informaron de que mi solicitud había sido rechazada sin darme ninguna explicación. Así que intenté otra ruta. Me dirigí al puesto de control de Eretz para solicitar una tarjeta magnética, una tarjeta de ordenador que da a los militares israelíes acceso a todos los archivos que el Shin Bet, el servicio secreto israelí, guardan sobre la persona. Tuve que esperar haciendo cola desde las seis de la mañana a ser entrevistado por un oficial para averiguar por qué habían rechazado mi solicitud de “paso seguro”. Me tuvieron esperando hasta las cinco de la tarde y luego me pidieron que me fuera. No he podido visitar Cisjordania desde que comenzó la Primera Intifada en 1987. Los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993,  fueron en realidad los que iniciaron el bloqueo.  

Ahora las restricciones son mucho más estrictas. En 2005, Israel convirtió la Franja de Gaza en la mayor prisión al aire libre con la mayor población reclusa del mundo. Cínicamente denominaron a ese proceso “retirada” de sus colonos ilegales que hasta entonces habían colonizado el área. La conspiración internacional de silencio sobre la guerra genocida que está teniendo lugar contra los dos millones de civiles de Gaza es una complicidad eficaz para estos crímenes de guerra. La Franja de Gaza no sólo está herméticamente sellada por un muro sino que cuenta también con todos los instrumentos de represión imaginables, incluidas vallas eléctricas y torres de vigilancia tripuladas por soldados de gatillo fácil que disparan primero y preguntan después. Los miles de soldados israelíes que rodean Gaza disparan a matar contra cualquier palestino o palestina que intente escapar a Israel, normalmente para buscar trabajo y a veces simplemente comida. 

Dejen que me explique

El pasado mes de mayo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) advirtió del inminente colapso de la Franja de Gaza afirmando en una desalentadora declaración que: “La falta de energía y la grave escasez de combustible en Gaza han deteriorado todos los aspectos de la vida en la Franja” y avisa de una “crisis inminente” en los sectores de la salud pública y el medio ambiente debido a la falta de energía. 

No era la primera vez que se hacían estas advertencias. En septiembre de 2015, la ONU ya alertó de que Gaza podría ser “inhabitable” en 2020. El informe deja claro que el PIB de Gaza ha caído un 15 % en 2014, y que el desempleo ha alcanzado un récord histórico del 44 % clasificando a un 72 % de hogares en situación de inseguridad alimentaria. El informe concluía que el “de-desarrollo” de Gaza se había acelerado como consecuencia del ataque israelí en 2014. 

Esta situación no es casual. Años atrás, los medios de comunicación israelíes habían revelado que el ejército israelí había calculado el número exacto de calorías que los residentes de Gaza tendrían que consumir para sobrevivir y evitar la malnutrición. E incluso unos años antes, Dov Weissglass, asesor del primer ministro israelí, sintetizó así la política israelí para la zona más densamente poblada del planeta: “La idea es poner a los palestinos a dieta sin que mueran de hambre”. (1)

Como resultado del bloqueo de Israel a la mayoría de las importaciones y exportaciones y de otras políticas diseñadas para castigarnos, alrededor del 70% de la fuerza laboral de Gaza está ahora desempleada o sin salario, según Naciones Unidas, y alrededor del 80% de sus residentes viven en una pobreza extrema. Alrededor de 1,2 millones de personas dependen de los alimentos que les dona Naciones Unidas o agencias internacionales para su supervivencia diaria. Cada vez más familias palestinas de Gaza no pueden dar a sus hijos más que una comida al día, por lo general un poco de arroz y lentejas hervidas. Las frutas y verduras frescas están fuera del alcance de muchas familias. La carne y el pollo son imposiblemente caros. Gaza bordea las ricas aguas del Mediterráneo pero no hay pescado en sus mercados porque la marina israelí restringe las salidas a mar de los pescadores gazíes.

Gaza no sólo carece de materias primas textiles y otros bienes esenciales, sino también de papel, tinta y suministros escolares elementales. Un tercio de los niños y niñas de Gaza comenzaron el año escolar sin los indispensables libros de texto. Nuestros estudiantes universitarios vienen a clase con hambre y no se pueden concentrar. Por supuesto, al aislarnos del mundo silencian nuestras voces y nos arrebatan la libertad académica que las y los palestinos necesitamos para representarnos a nosotros mismos. Al tener que pensar en las necesidades básicas diarias es imposible afrontar otras cuestiones sociales y académicas que son urgentes en la sociedad, lo que hace que la población de Gaza retroceda intelectual y socialmente, por no hablar del trauma que causa la violencia del bloqueo. 

Castigar colectivamente a más de un millón de personas sin que siquiera se hayan molestado en acusarnos de un delito es una violación del derecho internacional. Pero Israel ha hecho caso omiso de la ley, ha ignorado las repetidas exigencias del Consejo de Seguridad de la ONU. También ha desatendido a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. 

Décadas de demonización de los palestinos y de los habitantes de Gaza en particular, han llevado a su deshumanización y a la proliferación de estereotipos y generalizaciones indiscriminadas sobre ellos, que culminan en declaraciones como la del ex ministro de Defensa de Israel que firmó que “no hay inocentes en Gaza”… (2) De ahí que la conciencia del mundo no registre el lento genocidio y la muerte progresiva que se nos ha infligido durante décadas. Somos plenamente conscientes de que la retención deliberada de alimentos o de los medios para cultivarlos, o el acceso a ellos, es otra estrategia más de la ocupación, la colonización y el apartheid de Israel en Palestina y, por lo tanto, debe considerarse intencionalmente como un acto genocida.  

¿Qué hay que hacer?

¿Qué es exactamente lo que los habitantes de Gaza, en particular, y los palestinos en general, reclaman de la comunidad internacional? Embarcados en nuestro largo camino hacia la libertad hemos llegado a la conclusión de que ya no podemos confiar en los gobiernos. Sólo la sociedad civil puede movilizarse para exigir la aplicación del derecho internacional y poner fin a la impunidad de Israel. 

Nos inspira el movimiento sudafricano contra el apartheid. La eficacia de la intervención de la sociedad civil a finales de la década de 1990 contra el régimen de apartheid de la Sudáfrica blanca puede contribuir igualmente en apoyo de una paz justa en Palestina.

Nada obligará a Israel a respetar el derecho internacional salvo la presión de las personas de conciencia y de la sociedad civil internacional. Sin la intervención de la comunidad internacional, que tan eficaz resultó contra el apartheid en Sudáfrica, Israel seguirá cometiendo crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Y eso es exactamente lo que ocurrió en 2009, 2012 y 2014 cuando lanzó ataques generalizados y mató a miles de civiles e hirió a muchos más, buena parte de ellos mujeres y menores. 

Tenemos que formular el tipo de respuesta que podría derrotar al multifacético sistema de la opresión sionista: de ocupación, la limpieza étnica y el apartheid. Cuando toda la comunidad internacional, es decir, la sociedad civil y los gobiernos, decidan actuar de la misma manera que lo hicieron contra el sistema de apartheid de la Sudáfrica blanca, Israel tendrá que doblegarse a la voz de la razón que representa el llamamiento al Boicot, la Desinversión y las Sanciones, emitido en 2005 por más de 170 organizaciones de la sociedad civil palestina y respaldado por casi todas las fuerzas políticas y sociales dentro de nuestra patria y en la diáspora.

Sabemos que la comunidad internacional tardó treinta años en responder al llamamiento del pueblo oprimido de Sudáfrica. Así que la pregunta urgente es cuánto tiempo tolerará el mundo el clamoroso racismo de Israel. 

Los últimos éxitos de BDS son, de hecho, lo que hemos estado reclamando desde 2005. Sin embargo, nosotros y nostras, residentes de Gaza, no podemos entender cómo es posible que, a pesar de la limpieza étnica de Israel y de los últimos crímenes de guerra cometidos contra nuestro pueblo – extraordinariamente documentados por las principales organizaciones de derechos humanos –, y a pesar de la colonización y el apartheid israelí, las empresas y las instituciones internacionales sigan manteniendo relaciones comerciales con Israel.

¿No ha quedado claro después de todos estos años y de los miles de informes de las principales organizaciones de derechos humanos, que a millones de palestinos y palestinas se les niegan sus derechos humanos básicos, incluido el pleno derecho a la educación, a la libre circulación, al trabajo y a la salud? Nos vemos privados de una vida normal debido a los más de 600 puestos militares de control israelíes, al asedio medieval de Gaza y a la misma discriminación de apartheid a la que se enfrentan los ciudadanos palestinos de Israel.

Creemos que es nuestro derecho esperar que la gente de conciencia se una a nuestra lucha contra el apartheid israelí boicoteando a este intransigente, racista y militarizado régimen israelí y a las instituciones que lo mantienen próspero. Nosotros, palestinos y palestinas, somos un pueblo oprimido sin Estado que cada vez depende más del derecho internacional y de la solidaridad para su supervivencia. 

Lo que queremos es que se aplique el derecho internacional, el fin de la ocupación militar israelí de las tierras árabes ocupadas en 1967, el fin de la política de colonización y el apartheid practicados por Israel contra la población indígena de la Palestina de 1948, y el regreso de los refugiados palestinos contra los que se aplicó la limpieza étnica en 1948. ¿Es un llamamiento para acabar con el Estado de Israel? ¿El boicot contra el apartheid tenía por objeto acabar con Sudáfrica como país, o con el racismo en sus formas más terribles?

Israel es un Estado de colonial y de apartheid. Los métodos – las herramientas de lucha – que se utilizaron contra el apartheid en Sudáfrica pueden servir de modelo en nuestra lucha contra el Israel del apartheid. La transformación de Israel de un Estado de apartheid étnico-religioso a una democracia debe ser el objetivo de toda persona que crea en los principios democráticos fundamentales.

Con la presión impuesta por la comunidad internacional a través de la Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones, y como ocurrió en los tiempos del movimiento contra el apartheid que acabó con ese sistema en Sudáfrica, creemos que se puede presionar al propio Israel para que ponga fin a su multifacético sistema de opresión.

La Campaña del BDS tiene por objeto ayudar a garantizar los derechos democráticos del pueblo palestino en su conjunto. Creemos firmemente que las luchas del pueblo palestino, ya sea como ciudadanos de Israel o en Cisjordania y la Franja de Gaza ocupadas, e incluso en la diáspora, son inseparables. El BDS es la alternativa fundamentada en los derechos frente a la fachada de Oslo que impuso una “paz” basada en la normalización del apartheid. Puede ofrecer a toda la comunidad palestina una solución que garantice la paz y la justicia, el derecho al retorno y la igualdad. Sólo entonces podrá Gaza dejar de ser un gueto rodeado de soldados y francotiradores de gatillo fácil, y transformarse en un bello enclave costero abierto a la visita de los ciudadanos de todo el mundo para que puedan disfrutar de su rica y antigua historia multicultural, igual que hoy en día la gente disfruta de las playas y las reservas naturales de la Sudáfrica multirracial. 

Esa es nuestra visión de un mundo sin muros.


(1) Conal Urquhart, “Gaza on brink of implosion as aid cut-off starts to bite”, The Guardian, 16 April 2016.

(2)Tovah Lazaroff, “‘There Are No Innocents In Gaza,’ Says Israeli Defense Minister”, Haaretz, 8 April 2018.