Editorial: Un Mundo sin Muros
Imagen tomada durante la visita a Palestina en 2017 de la delegación por un Mundo sin Muros integrada por activistas mexicanos y estadounidenses. (Crédito: Archivo de Stop the Wall)
Este 9 de noviembre se cumplen treinta años de la caída del Muro de Berlín y de la proclamación de la superioridad de Occidente y de su modelo de libre mercado con el que debían caer todos los muros. Tres décadas después se han construido más de 70 en todo el mundo. Europa ya ha construido más de mil kilómetros de vallas, mucho más que la extensión del Muro de Berlín. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, arrancó el año con el cierre de gobierno más prolongado de la historia del país con un Congreso enfrentado entre quienes querían financiar su “gran, grueso y hermoso” muro1 y quienes apoyaban la versión de un “muro tecnológico”2 como proponía la dirigente demócrata Nancy Pelosi.
Esto debería suscitar algunas preguntas incómodas que tienen que ver con la hipocresía, particularmente: ¿cómo hemos llegado a que los Muros se hayan convertido en el signo de nuestros tiempos?
Hasta 2002, cuando todo un ejército de bulldozers escoltados por unidades militares israelíes fuertemente armadas arrasaron terrenos palestinos para construir el Muro del apartheid de Israel, estas infraestructuras seguían siendo tabú.
Durante un año entero Israel ni siquiera reconoció estar construyendo un muro de más de 700 km de largo. Stop the Wall cartografió el primer mapa gracias a una eficaz tarea de campo y a la ayuda del Sistema de Información de Defensa Territorial de Palestina (PALDIS). Resultó ser casi idéntico al mapa que Israel se vio obligado a publicar posteriormente. Al principio, el mundo no quiso creer al pueblo palestino ni a quienes les apoyan cuando denunciaron la construcción del muro por parte de Israel. Tuvimos que aportar powerpoints y fotografías para que la gente se lo creyera. Entonces vino el escándalo. La cuestión de las “consecuencias legales de la construcción por parte de Israel de un muro en el territorio palestino ocupado” llegó a la Corte Internacional de Justicia.3 La Corte dejó bien claro que Israel tenía que desmantelar el Muro y su régimen asociado, además de pagar reparaciones. Subrayó asimismo que la comunidad internacional tiene la obligación de no reconocer ni ayudar o asistir en su construcción, y además, está obligada a adoptar medidas eficaces para que Israel ponga fin a la violación del derecho internacional. La Asamblea General de Naciones Unidas apoyó casi unánimemente la decisión para abandonarla después en el mismo cajón en el que se acumulan centenares de otras resoluciones de Naciones Unidas que afirman los derechos de los palestinos pero que también han sido ignoradas.
Sólo tres años más tarde, Estados Unidos, bajo la presidencia de George W. Bush, aprobó una Ley de la Valla de Seguridad4 elaborada para erigir más de 1.350 km de un muro para el cual se contrató a la principal empresa militar israelí de construcción de muros, Elbit Systems, que aportaba las soluciones requeridas en alta tecnología.
En lugar de detener el Muro del apartheid que Israel construía en nuestra tierra, el mundo adoptó para sus propios fines el concepto en el que se basa.
Aunque en ese momento ya nos habíamos dado cuenta en Stop the Wall de que los muros no eran simplemente un problema palestino, todavía tuvo que pasar más de una década y otro presidente derechista en Estados Unidos para detener la progresiva “normalización de los muros”. Hasta entonces los debates sobre los muros se circunscribían en gran medida a la investigación académica.
Stephen Graham5 señaló en 2009, en su investigación sobre el nuevo militarismo urbano, que el Muro de Israel en Palestina y el muro construido por Estados Unidos en Bagdad habían entrado a formar parte de los paisajes de ciudades de todo el mundo. Un año después, Wendy Brown definió los muros de hoy como reacción y resultado de la “declive de la soberanía”6 y de los estragos que la globalización neoliberal ha causado en grandes poblaciones. En 2012, Stéphane Rosiére y Reece Jones7 llegaron a conclusiones similares cuando afirmaron que estamos en una era de teichopolítica (término de nuevo cuño derivado del griego antiguo teichos, que significa “muro de la ciudad) –la política de los muros– en la que los muros simbolizan la emergencia de unos pocos privilegiados que realmente disfrutan lo prometido por la globalización y defienden sus privilegios. Un año más tarde, Muhammad A. Chaichian8 argumentó que a lo largo de la historia los muros representan una señal del debilitamiento del poder de los imperios.
Aunque este análisis era importante no tuvo el impacto necesario más allá de la torre de marfil del mundo académico. Ajenos a la atención de la opinión pública, en 2017 ya se habían erigido unos 70 muros en todo el mundo. Sólo unos pocos se han construido como el muro de Israel en territorio ocupado, anexionando tierras de la población y violando el derecho internacional. La mayoría se erigen para militarizar fronteras reconocidas y las tierras que atraviesan. Todos comparten el efecto de destruir la vida de las personas y acabar con ellas.
Tuvo que llegar Donald Trump y su promesa de un “muro grande y hermoso” durante su campaña electoral para que la opinión pública despertara y se desencadenase la acción de los movimientos. Sólo unos meses después de que Donald Trump llegara al poder, los movimientos mexicanos y palestinos lanzaron el llamamiento por un Mundo sin Muros9 que recibió de inmediato el respaldo de cientos de movimientos, redes globales, grupos y organizaciones de todos los continentes.
El llamamiento declaraba:
Desde el Muro del apartheid de Israel en tierras palestinas hasta el muro de la vergüenza de Estados Unidos en tierras indígenas en la frontera con México, los muros son monumentos de expulsión, exclusión, opresión, discriminación y explotación. […] Los muros no sólo se han levantado para fortificar las fronteras bajo control estatal sino para demarcar la frontera entre los ricos, los poderosos, los socialmente aceptables, y los ‘otros’.
Los más de 400 movimientos que se han adherido hasta ahora se han comprometido a concienciar sobre los efectos devastadores de la progresiva dominación de los muros en nuestro mundo y en nuestras vidas, a crear redes de solidaridad y vínculos entre las personas afectadas por los muros y los movimientos que luchan contra ellos, a exigir el fin inmediato de los muros que expulsan, excluyen, oprimen, discriminan y explotan y, por último, a resistir y desenmascarar a los que se benefician de ellos.
Esa es una tarea enorme pero, como suele ocurrir, la gente se ha unido no tanto por la iniciativa en sí misma como porque ha tomado conciencia de la crueldad de un sistema que empeora vertiginosamente y que hace de la globalización de nuestras luchas una urgencia vital.
Al observar desde Palestina el incremento de muros y el correspondiente avance del relato y de las políticas ultraderechistas, racistas, supremacistas y militaristas, parece que el mundo está atravesando un proceso de israelización.
Hace ya mucho tiempo que el pueblo palestino se opone al uso sistemático que hace Israel de las “razones de seguridad” como excusa para aplicar todo tipo de políticas ilegales y prácticas agresivas de apartheid, ocupación y anexión, incluidos el muro de Cisjordania y el que rodea Gaza. El relato sobre la seguridad, al igual que los propios muros, gana terreno en todo el mundo y está debilitando el marco de los derechos humanos en su totalidad.
A medida que se intensifica en el mundo la crisis económica, civilizatoria y medioambiental, y van perdiendo crédito los mitos fundacionales del capitalismo neoliberal – la naturaleza meritocrática del sistema, que produce un crecimiento económico continuo de “goteo” en beneficio de todos –, las élites gobernantes adoptan lo que Charles Derber y Yale R. Magrass10 llaman el “relato de la seguridad” para evitar que cambien las relaciones de poder. El relato de la seguridad infunde miedo en nuestras sociedades porque inventa falsas amenazas y empeora las que existen; incapaz de proporcionar más bienestar, justifica la autoridad de la élite gobernante como única fuerza capaz de garantizar al menos seguridad y supervivencia. Derber y Magrass lo denominan la “nueva versión de una ‘raqueta de protección’”.
Durante el período en que los valores liberales asociados al paradigma económico del neoliberalismo han dominado en el Occidente, en Israel se han seguido desarrollando los paradigmas nacionalistas y supremacistas intensificando su régimen de apartheid contra el pueblo palestino. Hoy Israel ofrece los instrumentos intelectuales y tecnológicos de una versión del nacionalismo colonial del siglo XIX que se ha transformado en el modelo de un régimen de apartheid del siglo XXI: una mezcla perfecta de estructuras de poder opresivas. Israel ha conseguido incluso combinar oportunamente esa ideología y práctica con las políticas económicas neoliberales.
Como resultado de las brutales consecuencias de las políticas neoliberales y el colapso de la ideología que hasta ahora los ha sostenido en los países desarrollados, el supremacismo y el nacionalismo de derechas gana terreno como una falsa contraideología. Desde la derecha supremacista de Estados Unidos hasta India, donde el partido fascista hindú actualmente en el poder ha comenzado una guerra brutal contra cualquier población no hindú, hasta la derecha neofascista que cruza Europa hasta Brasil, donde Jair Bolsonaro ha desarrollado su propia marca de ideología racista y misógina, la derecha está en ascenso, ejecutando las mismas viejas políticas neoliberales con diferente barniz.
Como cabía suponer, todos estos dirigentes y corrientes políticas promueven el relato de la seguridad y son fervientes admiradores de las prácticas y muros israelíes.
En una lógica en la que los derechos son para un “nosotros” definido según criterios raciales, religiosos, étnicos u otros términos de exclusión, “el otro” se convierte en un “intruso” en una estructura nacional basada en la pureza y la superioridad. Los “otros” no sólo pierden sus derechos y su reconocimiento como seres humanos sino que se criminaliza su propia existencia. Los muros que se interponen en el paisaje y en las sociedades son elementos imprescindibles de esa posición.
Israel encuentra en esta dinámica global una fuente de legitimación y un mercado creciente donde propagar todo tipo de paradigmas, metodologías y tecnologías de vanguardia que ha desarrollado para reprimir al pueblo palestino.
Para Stop the Wall ha sido una prioridad política fomentar un llamamiento colectivo contra esta derecha en auge y una lucha conjunta por un Mundo sin Muros.
En lugar de ceder a la tentación de dejarse llevar por los ataques cada vez más dramáticos y brutales, para Stop the Wall este es el momento de levantar la cabeza, de mirar más allá de los muros, de percibir otras luchas y conectarlas con la nuestra para ganar fuerza y confianza juntos. Esta mirada más allá de los muros nos permite vislumbrar en el horizonte un mundo de justicia, libertad e igualdad, nos da esperanza y nos marca el rumbo.
Los pueblos movilizados en las calles de todo el mundo mientras escribimos estas palabras nos dan esperanza a todos y todas, no solo en Palestina. Desde Chile hasta Irak suenan las voces que “El pueblo unido jamás será vencido”. Esto fortalece nuestra convicción de que, más temprano que tarde, derribaremos los muros de la injusticia.
Hay esperanza.
Esta iniciativa no sólo sitúa a Palestina en la agenda de los movimientos globales como una lucha simbólica por la justicia global, una lucha que es también la nuestra. Pone fin a las apelaciones de excepcionalidad que sólo sirven a los intereses de Israel, pues la perspectiva que plantea el mayor desafío al apartheid israelí es que tenga que rendir cuentas ante las leyes básicas del derecho internacional y las convenciones de derechos humanos.
Al promover esta visión global de unidad que contiene la iniciativa por un Mundo sin Muros, Stop the Wall quiere ir más allá del papel de las víctimas y reivindicar el protagonismo en una lucha global por la justicia.
Antología El Mundo sin Muros
La iniciativa de reunir esta colección responde a las sugerencias de la gente y de los movimientos con quienes nos hemos estado reuniendo para organizar acciones y eventos desde 2017. El sentimiento general, como se ha reclamado, es que tenemos que organizar mejor nuestras ideas.
Conscientes de que no es tarea fácil, decidimos emprenderla creando una herramienta para recopilar y compartir experiencias y reflexiones que se han desarrollado durante el proceso. Queremos reunir el análisis de las estructuras e interconexiones dentro de este Mundo de Muros y las experiencias de lucha de todos los continentes para poder fortalecer los esfuerzos colectivos y definir las estrategias locales y globales que nos ayuden a construir un #Mundo sin Muros.
Consideramos las contribuciones a esta colección profundamente inspiradoras por las visiones, prácticas, informaciones y experiencias que aportan de los movimientos y activistas en lucha contra los muros de nuestro tiempo. Agradecemos profundamente a todos aquellos que han dedicado su tiempo a contribuir a su elaboración y que han hecho posible esta iniciativa.
Esta colección no es una antología exhaustiva sino un comienzo para seguir reuniendo las reflexiones y acciones que derriben los muros entre nuestros movimientos y construyan una base común para fundar un Mundo sin Muros y, esperamos, una herramienta para organizar nuestras ideas y vincular nuestras luchas.
1 Michael Finnegan, “‘It’s going to be a big, fat, beautiful wall!’: Trump’s words make his California climb an even steeper trek”, Los Angeles Times, 2 de junio 2016.
3 Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio palestino ocupado, A/ES-10/273, Distr. General Español: 13 de julio de 2004. Disponible aquí.
4 “The High Cost and Diminishing Returns of a Border Wall“, American Immigration Council, 6 de septiembre 2019.
5 Stephen Graham, “Cities Under Siege: The New Military Urbanism”, (New York: Verso Books, 2009), 288.
6 Wendy Brown, “Walled States, Waning Sovereignty“, (New York: Zone Books, 2010), 168.
7 Stéphane Rosière & Reece Jones (2012), “Teichopolitics: Re-considering Globalisation Through the Role of Walls and Fences”, Geopolitics, 17:1, 217-234.
8 Muhammad A. Chaichian, “Empires and Walls – Globalization, Migration, and Colonial Domination”, Series: Studies in Critical Social Sciences, Volume: 62 (Leiden:Bill, 2013), 362.
9 Convocatoria “9 de noviembre – Día de Acción Global: Un Mundo sin Muros”, 20 de junio 2017.
10 Charles Derber and Yale R. Magrass, “Who deserves safety and who doesn’t? How capitalism teaches us a ’security story’ “, Salon, 10 de marzo 2019.