Ana Sumud, soy la determinación

Nadera Shalhoub-Kevorkian

(traducido por Bea Morales)

Ana Sumud, soy la determinación

Acción contra el Muro en Niĺin, 6 de noviembre de 2009. (Crédito: Activestills.)

Pero, ¿cómo pueden juzgar a un cadáver? Nassim saltó frente a sus cpuestos de control y una muralla humana de soldados y policías […] y lo ejecutaron, ¡asesinos, asesinos! [largo silencio] y Nassim murió […] se convirtió en mártir, pero yo soy sumud(sumud en árabe quiere decir determinación)[…] Estoy disgustada porque he perdido a mi hermano […]. Sigo soñando que construyen muros, muros en torno a mi cama porque soy la hermana de Nassim. Sueño que han demolido mi casa y estoy de pie sobre los escombros y entre muchos muros, pero soy sumud y sumud es más fuerte que los muros […] un muro de soldados y puestos de control, más fuerte que los escombros que veo y huelo en mis sueños, más fuerte que la muerte… Ana Sumud1*


Sumud, una niña de 12 años de Bethany/Ezzareyyeh, es la hermana pequeña de Nassim Abu Roumi2. Nassim era un niño de 14 años al que se acusó de atacar a un grupo de policías israelíes con un cuchillo en una de las puertas de la mezquita de Al-Aqsa; la policía disparó y lo mató. Sumud vino a hablar conmigo después de la escuela cuando yo estaba con sus padres y otras personas que habían acudido al patio familiar a expresar su apoyo, su dolor y sus condolencias, y a hablar acerca de la pérdida de su hermano. La niña trataba de entender por qué las autoridades israelíes seguían reteniendo el cadáver de su hermano ya muerto y por qué su familia tenía que ir a un tribunal israelí a pedir que liberaran su cadáver y argumentar en contra del encarcelamiento del cadáver, retenido en una cámara frigorífica israelí sin entregarlo a la familia. Sumud siguió: “Es joven, es un niño y está muerto, ¿cómo pueden juzgar a un niño muerto?”. Se quedó pensativa uno o dos minutos y continuó: “Soy menor que él, dos años menor, pero fuerte, más fuerte que esos asesinos, más fuerte que la cámara frigorífica que retiene y congela su cuerpo, y los muros y puestos de control que utilizan para impedir que mis padres lo traigan a casa. Ana sumud (Soy la determinación) y voy a ser abogada”.

¿Qué pasaba por la cabeza de esta niña de 12 años que enlazaba cuidadosamente sus preguntas, intranquila en pie, mientras compartía sus dudas? ¿Qué torrente de emociones y rabia le hizo plantear la pregunta sobre “el juicio de un niño muerto” y compartirla con todas las personas que habían acudido a expresar su respeto a la enlutada familia? ¿Acaso su aluvión de preguntas era una forma invisible de llorar? ¿O una manera de superar sus temores psicoexistenciales provocados por la violenta pérdida de Nassim y el hecho de que retuvieran su cadáver?¿O acaso lo que quería alterar era el silencio sin palabras de quienes la escuchábamos?¿Nos estaba diciendo que rompiéramos los muros, cruzáramos las fronteras y salváramos a su hermano de la espantosa cámara frigorífica?

Este artículo analiza la relación entre la violencia de Estado, el hecho de que se califique un cadáver como no merecedor de ser devuelto a su hogar (ni siquiera a la última morada, la tumba) y la determinación/sumud como personificación de la resistencia. Al analizar la violencia de Estado la voz de Sumud me obliga a preguntar qué importancia se le da a la vida de un niño, incluido un cuerpo herido y muerto, a romper muros y puestos de control militarizados y a resistir a la inscripción estatal de un bien estructurado orden de poder, incluido lo legal, lo espacial y lo psicosocial.

La violencia de Estado que supone denegar el derecho de Nassim a volver a su familia y a ser enterrado en su aldea natal, su derecho a ser inhumado al morir, me lleva a reflexionar acerca de la afirmación de soberanía de una autoridad absolutamente necropolítica, de una economía política que castiga a los vivos y a los muertos. La violencia de Estado personificada en su lógica espeluznante de ejecutar sumariamente a Nassim y retener su cuerpo muerto (como se evidencia en las preguntas de Sumud) ponen en evidencia los signos supremos del orden necropoítico del Estado; de lo contrario, ¿por qué iba un Estado a “juzgar a un cadáver”, como decía Sumud? Las palabras de Sumud en las que afirma que es más fuerte que los muros y puestos de control militares, e incluso más fuerte: “Soy más fuerte que mi edad

Sumud traspasó los muros “lógicos”, los “legales”, los “racionales”, incluso los físicos de los colonizadores para sugerir una nueva lógica, una nueva legalidad, una nueva racionalidad e incluso un nueva física del poder. Explicó cómo la gobernanza del colonizador, su violencia acumulada/progresiva ejercida sobre los cuerpos y el hogar/la tierra puede ser desestabilizada por su lógica contraria y su insistente ana sumud, soy la determinación. Las palabras de Sumud me recuerdan las preocupaciones que Franz Fanon planteaba en su obra Piel negra, máscaras blancas al argumentar que el control y estabilidad a largo plazo de la gobernanza colonial se basan en que se interioricen las asunciones racistas conferidas a la persona colonizada por medio de la brutalidad y la violencia.

Las palabras de Sumud rechazan la interiorización del racismo de Israel tal como se manifiesta en el cuerpo muerto de Nassim, siempre sangrando, siempre sufriendo, incluso muerto. Su voz desafía las formas físicas y legales de las manifestaciones de poder del colonizador, tal como se manifiestan en la construcción e imposición de muros y puestos de control, y en el uso de sistemas legales de llevar a cadáveres a juicio para determinar si pueden o deben ser entregados a sus respectivas familias y en qué plazo y condiciones impuestas por las autoridades3. Sumud se niega a interiorizar la violencia despectiva y las burocracias legales, pero en cambio insiste en el poder de su infancia y en su esencia palestina. El determinante externo que denegó a su madre el permiso para asistir al juicio en el que se decidía si se sacaba el cadáver de su hermano Nassin de la cámara frigorífica le permitió examinarse más a sí misma, sus características y el racismo contra su niñez y la niñez de su hermano muerto, el derecho a ser enterrado, y le ofreció nuevos espacios para vivir en ellos, incluso cuando estuviera muerta, al reiterar ana sumud.

La cartografía que Sumud hace de la mirada del colono destinada a minusvalorarla, a calificarles a ella y a su hermano de palestinos peligrosos y de amenazas para la vida, y la fuerza de la colonización y la conquista que van parejos quedaron interrumpidos al reiterar ella ana sumud. Ana sumud rompe los muros y las jerarquías de la gobernanza colonial. Genera nuevas estructuras ahí donde hay muros y puestos de control que impiden la libre circulación de las y los niños palestinos, tanto vivos como muertos. Estas nuevas estructuras son afirmaciones del derecho a la resistencia (de la vida contra la muerte) a esos mismos muros, fronteras, “cuestiones legales” y otras atrocidades y restricciones del Estado.

Romper muros de la ignorancia

El orden necropolítico del Estado se hizo evidente en la ejecución de Nassim, un ataque contra un adolescente indignado que expresaba un profundo sentimiento de humillación y de vejación al ser testigo de la violación de su santuario religioso sagrado, la mezquita de Al-Aqsa situada en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Una semana antes del asesinato de Nassim la mezquita de Al-Aqsa fue invadida por más de 1.700 colonos religiosos judíos apoyados por la policía. Más tarde unos soldados fuertemente armados invadieron la mezquita y empezaron a atacar a las decenas de miles de personas que rezaban ahí, a familias y niños que habían acudido a la mezquita a celebrar el día festivo. La fuertemente armada policía israelí los atacó utilizando violencia física, botes de gas y balas de goma, a consecuencia de lo cual 61 personas palestinas resultaron heridas4. Ejecutaron a Nassim por unos actos que no serían sino la reacción de un adolescente indignado por la profunda violación de lo que él es por su fe y y de lo que es por su identidad y lugar de nacimiento, un palestino de Bethany. Para Sumud y su comunidad es un secreto a voces y es un crimen grave aunque no reconocido del Estado colonial que hiere, tortura y mata. La implacable puesta en escena del terror del Estado de Israel en espacios de la vida cotidiana (la mezquita, la iglesia, las calles, el camino a la escuela) junto con el hecho de negar el acceso al cadáver de Nassim y el “juicio a un cadáver”, como dice Sumud, todo ello pone de manifiesto el poder y gobernanza necropolítica del Estado. La brutalidad con la que el Estado impuso sus normas a la familia de Sumud, unido a la sensación de la familia de haber sido abandonada, sobre todo debido al hecho de que los representantes de la Autoridad Palestina y los diferentes partidos políticos denegaron a Nassim el derecho a un entierro digno, alimentaron aún más la gobernanza colonial necropolítica. El hecho de que el cuerpo de Nassim permaneciera bajo control israelí y la profunda sensación de pérdida y abandono produjeron un aparente trauma psicológico que mantuvo a los palestinos en zonas de muerte constante o muriendo constantemente en su interior debido al duelo y la espera. El uso que hace el Estado del cuerpo asesinado de Nassim se convirtió en una herramienta armada de una maquinaria de guerra que comete actos terroristas contra las personas palestinas nativas. La administración de la vida (de las familias de las personas asesinadas) a través de la muerte (al retener los cadáveres de los palestinos muertos y en particular de niños) convierte a toda una comunidad en rehenes de las diferentes estrategias terroristas del Estado. La insistencia de Sumud en que ella, una niña de 12 años, era y es más fuerte que el Estado desafió estas estrategias.

La lógica de Sumud operó al margen de la estructura centralizada colonial de desposesión, con sus disposiciones legales y su burocracia. Reivindicó el derecho a definir el terrorismo afirmando que era y es lo que el Estado hacía y hace, esto es, ejecutar a su hermano y llevar a juicio a su cadáver en vez de a las personas que lo ejecutaron sumariamente. Pidió romper los muros y suprimir los puestos de control que habían impedido a ella y a su familia estar al lado de su hermano cuando lo asesinaron. Insistió en que a pesar de “esos enormes muros”, a pesar de los diferentes bloqueos geográficos y a pesar de las barreras espaciales que no solo invadieron su espacio sino también sus sueños, ella era capaz de transformar su ira y el trauma de la pérdida en la capacidad de insistir en convertirse en abogada, en alguien que “salvaguarde mi hogar y mi patria”, explicó. Sumud habló acerca de su capacidad para negar la existencia de los muros y explicó que “los veo (el muro y los puestos de control) pero no existen” y “soy más fuerte que los muros, ana sumud”.

La pregunta de Sumud de “¿cómo pueden juzgar a un cadáver?” se planteó constantemente al oír a los adultos hablar acerca de la sesión del juicio y del miedo a que no liberaran a su hermano de la cámara frigorífica israelí. Las imponentes leyes y regulaciones coloniales que los asesinos de su hermano (la policía del colonizador) obligan a cumplir revelaron la lucha interna de Sumud de tener que aceptar que la única manera de liberar a Nasim era que los mismos asesinos aceptaran liberarlo, incluso muerto.

La pérdida de su hermano y el dolor que le causaba hicieron darse cuenta a Sumud de que el rechazo por parte de su hermano de la invasión de los colonos de la mezquita de Al-Aqsa durante la festividad musulmana en agosto de 2019 provocaron su ejecución pública [como su padre siempre decía]. La dolorosa constatación de Sumun le hizo buscar nuevas formas de vida en la muerte. Ana sumud la resitúa contra la estructura de dominación para cuestionar la asunción de que la libertad solo llegará aceptando las leyes del colonizador y que los muros y puestos de control pueden bloquear el paso.

La contralógica y el contrapoder de Sumud se negaron a reconocer el poder de los invasores, aunque se mezclaran con un profundo dolor, un dolor que reconoce que al cuerpo asesinado de Nassim “se le ha despojado de su carne herida [es decir, la sensación de las afligidas familia y comunidad de que se les despojó del cuerpo de Nasim, sus heridas y su carne herida, incluso del derecho a reclamar]” (una expresión que Sumud tomó prestada de su tía) debido a que la comunidad no pudo despedirse según las costumbres religiosas y comunales.

El no captar el carácter evasivo de la violencia del Estado de Israel y el marco colonial que impone a los palestinos (incluso en la muerte, en el límite, si no fuera de lo humano) hacen constar no solo la ignorancia colonial sino también el actual proceso de eliminación. Las formaciones de asentamiento colonial israelíes son relaciones de fuerza albergadas en modalidades político-legales para gobernar a las personas nativas, vivas o muertas. La insistencia de Sumud en dislocar las formaciones coloniales de desposesión y su negativa a aceptar que puede ser liberada por “el amo” buscaron, a su manera infantil, nuevos espacios para contrarrestar el saber colonial. El relato de Sumud de su testimonio de pérdida creó una historia contra la ignorante historia colonial, contra el modo como se gestionó la operación de desnudar el cuerpo de su hermano, la demolición de su tierra y de su vida.

Muros contra quienes apenas se pueden mover

Sumud y Nassim jugaban en ese camino empinado, en ese espacio vacío en el que todos nos reunimos con la esperanza de que Nassim regresara. Nuestro espacio de reunión apenas es visible, pero es el lugar que Sumud insistió vehemente en proteger. Siguió mirando el patio delantero de su casa preguntándose si podría traer de vuelta a Nassim, quizá para que jugara con ella, y, tal como explicó, “si no puede volver aquí (señalando el patio delantero donde jugaban), dejadle simplemente venir… ¿por qué juzgan a su cuerpo muerto…tienen miedo de él después de haberlo ejecutado?”. Su voz y su lógica se referían a que ella hubiera sido expulsada de la vida de Nassim y este de la suya, a que se hubiera privado a Nassim de la vida y a Sumud de la compañía y presencia de su hermano. Su voz también me recordó la inmovilidad tanto de ella como de Nassim: la reivindicación de Nassim y de ella del hogar, de la tierra, de los derechos de las personas nativas a ser dueñas de sus vidas, el derecho a poder circular y a un entierro.

Los muros que aparecían en sus sueños y el estruendo que llenaba su respiración mientras dormía atestiguaban el impacto destructivo de la violencia de Estado en la vida de la persona nativa. El trato que el Estado dio a su padre, sobre todo el hecho de que cuando Nassim nació su padre estaba en una cárcel israelí cumpliendo como preso político una condena de ocho años, habían impuesto unos bloqueos y muros adicionales que impedían el acceso de Nassim a la libertad y a la vida. Además, la brutalidad policial que se manifestó en la ejecución precipitada y racial de un niño diminuto, “un muchacho de 36 kilos”, como explicaba continuamente su madre, el uso excesivo de fuerza por parte del Estado de asentamiento colonial, la detención de niños y niñas con o sin cargos, apuntaba todo ello a la imposibilidad de hacer justicia. La violencia de Estado, la construcción de muros y fronteras y la imposibilidad de acceder a la justicia y a los derechos mostraron que la brutalidad del Estado tenía que ver con la tierra y con la necesidad del Estado de colonos de robar más tierra y enjaular a las personas nativas en zonas en las que no se pudieran mover a menos que lo aprobara quien se apropia de las tierras y roba los cuerpos. El funcionamiento de la violencia de Estado al impedir el movimiento de las personas nativas determinó profundamente la manera en que el testimonio de Sumud formulaba la retención del cuerpo asesinado de Nassim. La pregunta de Sumud, “¿cómo pueden juzgar a un cadáver?”, abre nuevas vías de análisis, sobre todo al preguntarse cómo se puede entender el destino de la persona nativa, inmóvil debido a su origen.

La lucha de Sumud es el derecho de Nassim a traspasar los muros, a librarse de la cárcel incluso estando muerto (que su cuerpo vuelva a ser movible o móvil estando muerto), a volver a la tierra en su aldea natal a manos de su familia y su comunidad, a estar cerca de ellos para que puedan visitar en lugar en el que descansa cuando lo necesiten. Nassim se movió y actuó contra esta inmovilidad y contra la infinita crueldad del desalojo de la tierra y de la vida, pero lo pagó con su vida. Sumud señala la violencia del colonialismo, altera el relato colonialista sobre la peligrosidad de las personas nativas y sobre el “terrorismo” rompiendo los muros y el discurso de los colonos, y haciendo que su relato sobre la ocupación militar, la inmovilidad y la desposesión estén muy presentes en cualquier narración. Su reto de cambiar la perspectiva de la que reivindica la “necesidad de seguridad” del Estado de colonos (y, por tanto, la necesidad de “juzgar a un cadáver”) a la de la violenta criminalidad del Estado y la necesidad de romper los muros de la ignorancia reconocen el colonialismo de Israel y su historia de desposesión. La colonización israelí y la ocupación de la tierra y la vida, y su política espacial racial es lo que encarcelaron al padre de Nassin, antes incluso de que nacieran Nassim y Sumud. Esta desposesión se sitúa históricamente y continúa hasta la fecha ya que no se manifestó sola y exclusivamente en el momento de la conquista, sino que exige un régimen continuo de violencia estructural, institucional e ideológica. Pero aunque Sumud apenas se puede mover, aprisionada en el lugar al que pertenece, en su área geográfica y simbólica, como niña palestina, como hija de un preso político y hermana de un mártir pide romper los muros de la ignorancia. Sugiriendo que ella es Sumud, apela a cuestionar la humanidad de aquellas personas que miran hacia otra parte ante su dolor. Su Ana Sumud está allí para pronunciarse contra los productores hegemónicos de “bancos de conocimiento” globales que se enfrentan a las niñas y niños palestinos, y contra el terrorismo racial. La lógica de Ana Sumud revela claramente por qué Sumud se niega categóricamente a quedarse paralizada, congelada, como el cuerpo de Nassim, en un estado de impotencia suspendida.


1 “Ana sumud” significa en árabe “soy la determinación” (N. de la t.).

2 “Death is Only the Beginning of Suffering for Family in Ezzariya,”, ISM Report, 24 de agosto de 2019. Acceso el el 12 de septiembre de 2019.

3 Cuando las autoridades israelíes negociaban la liberación de otros (cadáveres) palestinos impusieron muchas condiciones, por ejemplo, si el funeral se debía hacer de noche o de día, qué personas y cuántas podían asistir al funeral y celebrarlo, si se les permitía recibir el pésame de la comunidad, lo que según las costumbres se hace durante tres días, etc.

4 Aness Suhail Barghoti, “Over 1,700 Settlers Storm Al-Aqsa Mosque”, Anadolu Agency,11 de agosto de 2019, https://www.aa.com.tr/en/middle-east/over-1-700-settlers-storm-al-aqsa-mosque/1555098. “One Child Killed, One Seriously Injured by Israeli Police Following Alleged Stabbing in Jerusalem”, International Middle East Media Center, 16 de agosto de 2019. https://imemc.org/article/israeli-troops-open-fire-on-jerusalem-crowd-after-alleged-stabbing-of-police-officer/.