Maren Mantovani
(traducido por Loles Oliván Hijós)
Sumario
Muro de Berlín, noviembre de 1989. (Crédito: DoD photo)
Voces para un Mundo Sin Muros
Quienes han colaborado en esta colección que ahora presentamos se cruzaron o avanzan a lado con nosotros y nosotras en el camino colectivo hacia un mundo sin muros. Son voces y actores internacionales de diversas procedencias: activistas destacados de movimientos comprometidos en luchas fundamentales y académicos que apoyan a los movimientos populares. Nos sentimos orgullosos y agradecidos de que hayan aceptado compartir aquí sus experiencias e ideas. Muchos comparten con el pueblo palestino la experiencia de la ocupación, el colonialismo, el racismo y la segregación. Para casi todos, existir es resistir.
Faltan, no obstante, algunas contribuciones cuyos autores están inmersos en las luchas de sus movimientos, otras que no han podido ser incluidas en el proceso a tiempo para esta edición. Por ello, es importante señalar que esta recopilación no está cerrada sino que es el comienzo de un proceso. Vamos a seguir compilando, documentando y compartiendo experiencias y análisis porque la construcción de un mundo sin muros es un proceso continuo que tenemos que desarrollar cada día.
La tarea de estructurar los textos que aquí se incluyen no ha sido fácil: una sola lógica de distribución no da cuenta de las múltiples conexiones que comparten. El orden establecido es, pues, uno de los posibles. Es geográfico solo en apariencia. La decisión de comenzar con los muros de Israel, de Estados Unidos y de Europa para seguir después con otros expresa la percepción de que los muros son esencialmente una herramienta de las potencias coloniales, poderosas, ricas y dominantes. Sus muros se extienden hacia el resto de nuestro mundo en todas las esferas de nuestras vidas para fusionarse con las relaciones de poder preexistentes formando el sistema hegemónico de exclusión, explotación, discriminación y destrucción que combatimos.
La breve presentación de las contribuciones que añadimos a continuación propone asimismo una de las múltiples formas de leer los textos. Confiamos en que el lector encontrará su propia lógica e inspiración dentro de la colección.
Muros en Palestina
Es casi imposible hablar de muros contemporáneos y no empezar por Palestina, donde Israel ha construido el modelo de muchos de los muros que se imponen a los pueblos de todo el mundo.
Lo más probable es que fuera Vladimir Ze’ev Jabotinsky – político de derechas y uno de los principales ideólogos del establecimiento del Estado de Israel – quien promovió por primera vez el concepto de muros que acabaría siendo esencial en la política israelí. En 1923 escribió1: “La colonización sionista tiene que detenerse o avanzar al margen de la población nativa. Lo que significa que solo puede proceder y desarrollarse bajo la protección de un poder independiente de la población nativa –detrás de un muro de hierro que la población local no pueda traspasar”. Jabotinsky no imaginaba necesariamente un muro físico de hierro. Concibió un poder y una serie de herramientas capaces de contener la lucha por la justicia, la libertad y la igualdad del pueblo palestino.
Las activistas palestinas de derechos humanos Riya Hasan y Hala Marshood explican cómo se ha aplicado esta visión a lo largo del tiempo. Su contribución describe la fijación de Israel con los muros, desde su desarrollo en los comienzos del proyecto sionista en Palestina hasta su manifestación actual como empresa colonial vigente.
Yamal Yuma’, coordinador de la Campaña Stop the Wall, analiza los muros actuales de Israel y profundiza en su régimen asociado – los muros inmateriales – explicando la estrategia actual de Israel “de conquista territorial, supremacía racista y dominación imperialista que subyace en los numerosos muros israelíes”. Haidar Eid, profesor de la Universidad Al Quds de la ciudad de Gaza, nos da una idea de lo que significa vivir y luchar en un gueto totalmente amurallado. Ramzy Barud y Ramona Rubeo consideran el Muro de apartheid de Israel como otra “faceta de la permanente campaña sionista dirigida a someter la naturaleza palestina al servicio de sus ambiciones coloniales”. Desde esta perspectiva, el muro de Israel se convierte en un microcosmos de nuestra crisis ambiental global creada por intereses capitalistas y coloniales que han subyugado y siguen subyugando la naturaleza y nos llevan al borde del colapso. Es la contribución de Nadira Shalhub-Kevorkian, que escribe desde Jerusalén, la que brinda la esperanza de que una nueva generación palestina pueda afirmar: “Ana sumud, soy firme; soy más fuerte que los muros”.
La lucha palestina siempre ha sido más que una lucha de liberación nacional: es el paradigma de la resistencia de un pueblo disperso contra el colonialismo y la supremacía. En un momento en que los muros no dejan de extenderse en todo el mundo, el llamamiento palestino contra el Muro del apartheid de Israel confirma que Palestina constituye una verdadera prueba para la humanidad.
Muros entre estructuras coloniales y neocoloniales
Uno de los pilares básicos de varias de las contribuciones es la conexión entre quienes resisten formas cada vez más brutales de desposesión y desplazamiento. Soledad Ortiz, de la Asamblea de los Pueblos en Defensa del Territorio, la Educación Pública, Laica y Libre y los Derechos Humanos, de Oaxaca, México, destaca el desplazamiento como la experiencia cotidiana común entre el pueblo colonizado de Palestina y las comunidades indígenas de México. Partiendo de su propia realidad, señala las profundas conexiones que existen entre los pueblos colonizados que luchan por su supervivencia y su tierra, y destaca que la lucha es “contra el mismo modelo de militarismo y las mismas políticas que pretenden despojar a los pueblos del mundo de sus territorios y de sus recursos naturales”. Este proceso colonial de “desaparición” física de los pueblos y de negación de su propia existencia a través de desplazamientos, muerte o muros, lo confirma Gilberto Conde, de Tijuana, México. Conde considera el muro de Palestina y el muro de Estados Unidos ubicado en la frontera de su ciudad natal como acciones geopolíticas a través de los cuales “los colonizadores pretenden controlar a la población nativa para expulsarla lo más posible de la esfera nacional en construcción”. Señala asimismo las ideas supremacistas que justifican estas acciones y que dispensan a Israel y a Estados Unidos el derecho –cuando no la obligación otorgada por Dios – de luchar contra las poblaciones preexistentes.
Jadiya Ainani, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, Oli Oliva de la Caravana Abriendo Fronteras (que se organiza cada año en el Estado Español), y Jury Peterson-Smith, de Estados Unidos (y coautor de la “Declaración negra de solidaridad con Palestina” de 2015), destacan cómo los muros contemporáneos están profundamente arraigados en la historia del colonialismo y el capitalismo. Oli describe las estructuras coloniales fortificadas que siguen existiendo en el Estados Español y que conectan con los muros de Ceuta y Melilla, en el norte de Marruecos, cuyo objetivo es detener la migración. Jury Peterson-Smith, en su análisis de la historia de la construcción de muros en Estados Unidos y de su creación como Estado colono, agrega que los muros, aun siendo una provocadora encarnación de la política contemporánea de separación racista y colonial, no son nada nuevo en la historia de la opresión. Nos recuerda que “abordar la xenofobia y el racismo exige, pues, cuestionar profundamente los fundamentos mismos de las sociedades a las que hoy se proponen los muros como soluciones a las imaginarias “invasiones” de grupos humanos repudiados como peligrosos forasteros”.
Muros de explotación y expulsión, y necropolítica
Juan Hernández Zubizarreta, miembro del movimiento vasco por los derechos de los migrantes Ongi Etorri Errefuxiatuak, define los muros como “espacios sin derechos” y como elementos de una dinámica en la que las prácticas fascistas y totalitarias avanzan hacia un nuevo modelo de neofascismo. Los considera parte de la guerra de las estructuras capitalistas, heteropatriarcales y coloniales contra pueblos de los que se libran mediante la expulsión, la explotación y la necropolítica.
La necropolítica – una política que ya no se basa en el control de nuestras vidas y cuerpos, sino en la muerte y asesinatos masivos – está en el epicentro de muchos muros. O, en palabras de Achille Mbembe, “[…] la ansiedad de aniquilación está en el corazón de los proyectos contemporáneos de separación”.1
Haciendo frente a la brutal embestida de la variante neofascista de Bolsonaro en Brasil, Gizele Martins, de la favela Maré, en Río de Janeiro, relata la necropolítica de las favelas. Evocando su experiencia en Palestina recuerda que “nuestras realidades en la favela y en Palestina muestran que hacemos frente a un discurso y a una política global, una política de control y genocidio”. Los muros no son sólo instrumentos del proceso de desplazamiento y desaparición conceptual de grupos de personas, sino herramientas detrás de las cuales los poderosos pueden hacer desaparecer físicamente a aquellos “otros” que consideran innecesarios o peligrosos.
Los muros también se han convertido en un medio común para reprimir a los supervivientes y a los desplazados que en lugar de desaparecer se presentan a las puertas de las ricas potencias coloniales e imperiales. El muro de Estados Unidos en la frontera con México, los muros de Europa en Ceuta y Melilla y en su parte Este, así como el otro muro de Israel, en el Sinaí, en la frontera con Egipto, son algunos de los ejemplos más reconocidos.
La forma en que los muros afectan tanto a la exclusión como a la explotación la describe con vigor Muhammad Mirabet, de Marruecos, en su ensayo sobre las mujeres porteadoras. Analiza las relaciones hispano-marroquíes a través de las mujeres que comercian de manera semilegal a través del muro. Las espaldas de estas mujeres “que soportan sobre si el peso del sistema racista, colonial y patriarcal” se doblan pero no se quiebran.
Lorraine Leete, del Centro Legal Lesvos, añade otra línea de análisis que incide en cómo este sistema heteropatriarcal, profundamente racista, colonial y capitalista expresa su pretensión de supremacía no sólo cuando rechaza al “otro” sino también cuando lo acepta. Denuncia cómo la política migratoria europea determina que quienes puedan entrar se vean obligados a aceptar el estatuto de sometimiento a la relación paternalista de los Estados europeos con el Sur Global; asimismo deben interiorizar un “juramento de lealtad” cuando solicitan “protección internacional” a una Europa que, en la mayoría de los casos, es responsable de haber creado o contribuido a crear las condiciones que les han forzado a emigrar.
Al analizar los muros y las políticas contra los migrantes, Diego Batistessa cuestiona la idea de que el rechazo de la migración sea resultado de la mera xenofobia o del miedo al extranjero. Argumenta que en realidad se trata de “aporofobia”, o dicho de otro modo: “la condición de extranjero no deseado sólo se da cuando va ligado a un estado de pobreza. Cuando eres rico no resultas extraño a ningún sitio”. La opresión racial y de clase es inseparable.
Germán Romano ilustra esta realidad en su artículo sobre los muros contra la pobreza y la migración en San Isidro, provincia de Buenos Aires. El municipio construyó muros y escasos puntos de acceso con controles de alta seguridad, lo que nos recuerda a la ciudad de Qalquilya, en Cisjordania ocupada, rodeada por completo por el muro israelí. El objetivo y los contextos son diferentes: en Argentina se trata de una división fortificada y militarizada para mantener a la gente pobre fuera de la vista de los barrios ricos; en Palestina es un muro para mantener a los y las palestinas alejados de su propia tierra. No obstante, el paradigma y el método siguen siendo idénticos.
Los muros que no podemos tocar ni oír
Si bien muchas de las contribuciones se centran en los muros físicos, sus “regímenes asociados” incluyen multitud de facetas de muros invisibles que igualmente expulsan, excluyen, explotan y matan.
Anand Teltumbde aborda como muros opuestos a la justicia las estructuras jerárquicas de la sociedad, concretamente el sistema de castas que aún perdura en India. Demuestra cómo los procesos capitalistas y neoliberales en India han fortalecido el muro de las castas, y argumenta que “se han vuelto mucho más complejas: India tiene hoy más castas que nunca. De hecho, está creando e importando muchos más muros que requerirán una larga lucha para derribarlos”.
El poder de las superestructuras ideológicas –incluidas las religiosas– para construir o legitimar muros lo resalta también Gizele Martins. Apunta, más allá de los muros y la represión militar, a un tercer nivel de control, el ideológico, en el que las iglesias evangélicas neo-pentecostales juegan un poderoso papel al justificar políticas racistas, represivas y excluyentes incluso ante quienes soportan la mayor carga de estas violencias.
Mirza S. Bég, de Cachemira, y Mahfud Muhammad Lamin Bechri, del Sáhara Occidental, exponen asimismo que la militarización y la ocupación suelen ir acompañadas de sofisticadas capas inmateriales de muros. El muro militarizado de India en Cachemira, en la Línea de Control entre India y Pakistán, refuerza la presencia militar de India, las detenciones masivas y otras muchas medidas antidemocráticas y brutales que han convertido la región en uno de los lugares más militarizados del mundo. No es solo que Israel apoye la militarización india en Cachemira: cuando el gobierno indio decidió complementar su decisión ilegal de poner fin al estatuto de autonomía de Cachemira con un llamamiento a las empresas indias para que adquieran tierras e inviertan allí, muchos lo compararon con la política de anexión y asentamiento de Israel en los territorios palestinos ocupados. Pero Mirza Bég también destaca otro muro –el de la comunicación– levantado por las fuerzas indias al imponer un apagón digital absoluto. La integración forzada de Cachemira se expresa sobre el terreno, en otras palabras, con su exclusión del ciberespacio.
La era digital nos tiene entre la espada y la pared: por un lado, estar aislados es un castigo que hace imposible la vida normal de una sociedad, y por otro, estar on line implica estar constantemente vigilados y controlados. Yamal Yuma’ destaca cómo la tecnología de vigilancia y el totalitarismo panóptico que genera son parte integral de la lógica y la tecnología de los muros.
Mahfud Muhammad Lamin Bechri habla de uno de los muros más largos y duraderos –el de Marruecos en el Sáhara Occidental– que pretende impedir las aspiraciones de autodeterminación del pueblo saharaui. Sin embargo, su enfoque no contempla la estructura en sí misma del muro sino lo que él califica como el “muro silencioso”. Incluso con conexión a internet, el apagón mediático y la inhibición de los responsables de la toma de decisiones convierten a este muro en invisible e inaudible.
Los muros de nuestras mentes – o lo que Gilberto Conde denomina las cartografías imaginarias – son el resultado del poder simbólico de los muros y del poder normativo de su régimen asociado de leyes, políticas públicas, ideologías y otros muchos factores que impiden el acceso a la justicia. Sus efectos van mucho más allá de aquellos a quienes les afectan directamente.
El negocio de los muros
No sólo se ha globalizado la ideología y las metodologías de los muros, también la tecnología. Jury Peterson-Smith nos recuerda que Estados Unidos no sólo ha respaldado cada tramo de construcción del muro de Israel sino que se sirve de empresas israelíes que, como Elbit Systems, son las responsables del muro en Palestina. Riya Al’Sanah y Hala Mashood profundizan en el modelo empresarial israelí que convierte la tecnología de la ocupación en negocio, y analizan su historia y sus ramificaciones. Muestran cómo las empresas militares israelíes utilizan al pueblo palestino como laboratorio y escaparate de su tecnología militar que comercializan como “probada sobre el terreno” en el mercado internacional.
Mark Akkerman, de StopWapenhandel, revela los intereses económicos, los beneficios y las estructuras que hay detrás de la sucesiva construcción de muros en Europa. Demuestra que nadie, ni siquiera la ciudadanía europea, tiene nada que ganar con la creciente militarización de las fronteras. Sin embargo, las ganancias empresariales son enormes: las previsiones son de un incremento global del 8% anual, y de un aumento del 15% en gastos de militarización de las fronteras en toda Europa. Como era de esperar, son empresas israelíes las que están obteniendo unos beneficios desproporcionados.
Para mejor ilustrar estos análisis ponemos al alcance del lector un anexo sobre Elbit Systems, una de las empresas militares israelíes a las que se ha adjudicado importantes contratos para la construcción del muro israelí de Cisjordania ocupada, el que rodea Gaza, el que se erige en los Altos del Golán ocupado, y el de la frontera con Egipto.
Construir resistencia y no muros
Vijay Prashad, del Instituto Tricontinental, concluye su aportación recordándonos que “si resistes no tienes delante un muro. Solo quienes han perdido su humanidad se aíslan y se esconden detrás de un muro. Es su muro, no el nuestro. Nosotros y nosotras vivimos en un mundo sin muros”.
Son muchas las contribuciones que destacan que uno de los primeros pasos en la lucha por un mundo sin muros es la lucha contra la tentación de asimilarlos. Nadera Shalhub-Kevorkian argumenta que “la destrucción del muro de la represión, el rechazo a ser oprimido y colonizado” es parte medular de la lucha del pueblo palestino. Un elemento crucial para romper los muros es el empeño en crear una lógica opuesta y un contrapoder. Asimismo, Muhammad Merabet reclama un pensamiento y una acción contra-hegemónica que “rompa con el mundo colonial y con la dependencia de nuestras sociedades hacia Occidente, y reestructure nuestros equilibrios como pueblos del Sur generando espacios soberanos en los que podamos construir nuestros propios modelos y experiencias que podamos universalizar para contribuir a un mundo multipolar”. Esta necesidad de asegurar el protagonismo de la gente subyace también en la visión de Juan Zubizarreta a través de un nuevo enfoque del derecho internacional y de los derechos humanos para formar un “nuevo pacto por la dignidad humana”.
Para construir verdaderos pensamientos y acciones contrahegemónicas, Soledad Ortiz nos recuerda la importancia del arraigo y, a la vez, de mirar más allá de nuestras luchas locales. Subraya la importancia de que “hablemos y protestemos para que no nos aniquilen por completo. Es por eso que nos reunimos como pueblos. Es fundamental organizarnos como pueblos para defendernos y unirnos después a escala internacional para globalizar nuestras luchas y nuestras esperanzas”.
Los ejemplos de esta acción contrahegemónica que derriba muros son diversos e inspiradores: desde el Julio Negro en Río de Janeiro hasta los Tribunales Populares, pasando por las Caravanas, los sueños abolicionistas y el llamamiento de los grupos de migrantes y de solidaridad con Palestina a poner fin a la especulación empresarial de la “industria de los muros”, derribar la arquitectura de la impunidad que protege a las empresas y les permite facilitar y sacar provecho de los muros de la injusticia. Como declaró el año pasado Mundo sin Muros en el Área de la Bahía2, California (Estados Unidos), tenemos que luchar por el derecho a desplazarnos a donde queramos, a quedarnos donde queramos y por el tiempo que queramos, y por el derecho a regresar a nuestro hogar cuando queramos. Amarga ironía que, mientras innumerables personas son “repatriadas” por la fuerza contra su voluntad, la única comunidad de refugiados que lleva 70 años luchando por su derecho al retorno – más de seis millones de refugiados y refugiadas palestinas que constituyen la mayoría del pueblo palestino – ni ha recibido ni recibe apoyo internacional alguno para poder regresar a su patria.
En Palestina el llamamiento a la unión de movimientos de todo el mundo para romper los muros tiene una larga historia. Una lucha por la libertad, la justicia y la igualdad, basada en el exilio y en todo el mundo, no puede sino ser internacionalista y comprender las conexiones entre los pueblos. Esta visión internacionalista que ha visto a los palestinos luchar codo a codo con otros pueblos de todo el mundo y que, con el tiempo, ha desarrollado el movimiento de solidaridad global que existe hoy en día.
El llamamiento al Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS)3 contra el apartheid israelí de la sociedad civil palestina en 2005, reiterado elocuentemente en el texto de Haidar Eid desde Gaza, transita esta senda. El llamamiento de BDS que tiene como objetivo cortar los lazos de complicidad que financian y legitiman el apartheid israelí contra el pueblo palestino, también puede cortar las relaciones con Israel que con demasiada frecuencia apoyan la militarización en el extranjero, la agroindustria u otros proyectos que son devastadores para los pueblos de todo el planeta. Poco a poco y contra todo pronóstico, la Campaña BDS está obteniendo victorias a favor de la justicia y la autodeterminación del pueblo palestino y de un mundo sin muros.
Amigos de la Tierra (Brasil) nos recuerda: “Cuanto más altos los muros, más grietas. Si nos rodean los muros nos aferramos a la certeza de que uno tras otro serán derribados. Si seguimos en pie como pueblos, los muros caerán…”
1 Vladimir Ze’ev Jabotinsky, “The Iron Wal”l, Rzsviet, 4 de noviembre 1923 (original en ruso, traducción en Inglés disponible aqui.
2 “Investing in Sanctuary” (Invertir en santuarios), evento organizado por Friends of Sabeel North America (Fosna).
3 “Sociedad Civil Palestina Demanda Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel hasta que cumpla con la Ley Internacional y los Principios Universales de Derechos Humanos, 9 de julio 2015. Disponible aquí.